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Cuando la gente me pregunta de dónde soy, instintivamente miró hacia abajo. Casi avergonzado, respondo, "South Central". Me quedo allí esperando a que reaccionen. Pienso en mi cabeza, "¿qué pensarán de mí?" A veces dicen, "oh, eso es chido". Pero la mayoría de las veces solo recibo miradas extrañas. Solo puedo imaginar los estereotipos pasando por sus mentes. Simplemente diciéndoles de dónde soy, ahora saben mi estado socioeconómico, el vecindario en el que crecí y el tipo de persona que podría ser.
Residir en South Central, un barrio empobrecido plagado de crímenes y condiciones de vida deficientes, es un desafío diario. Los productos básicos son raros. Los lujos no existen. Salir a ver una película en familia, ir a un Starbucks, o incluso salir a comer es escaso. Recolectamos botellas para recibir un reembolso de CRV en los centros de reciclaje, asistimos a todas las ferias, sorteos o eventos que ofrecen folletos y siempre tomamos decisiones monetarias frugales.
He participado en varios programas comunitarios, interactuando con estudiantes de diferentes lugares, orígenes y etnias. Fueron amables y siempre me hicieron sentir bienvenido. Sin embargo, había algo que me hacía sentir incómodo. A menudo mencionaban cómo harían viajes familiares a otros estados e incluso países. Yo no puedo. No podemos pagarlo.
Los lugares donde hacíamos compras eran diferentes. Mi ropa vino de Walmart, Ross, y eran regalos/prendas usadas. Contaban cómo sus padres les daban tutoría, o cómo sus padres los ayudaron con sus aplicaciones a programas de verano, a la universidad, cómo solicitar becas y mucho más. Quería sentirme como ellos. Quería sentirme normal.
Mi familia es la paradigma perfecta de las luchas de los inmigrantes de primera generación. Mes a mes sobrevivimos con el apoyo de EBT, el apoyo magnánimo de otros y el trabajo interminable de mi padre.
Mi padre trabaja para Farmer John, dónde está de pie todo el día en una línea industrializada sacando costillas de una gran suma de cerdos domésticos. Se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para ir a trabajar y regresa alrededor de las cuatro de la tarde. Lo primero que hace es saludar a su familia. Él nos dice, "los quiero mucho". Luego nos reunimos en la mesa para comer en familia. Después de la comida, mi padre se va inmediatamente a la cama, agotado. Solo puedo imaginar lo difícil que debe ser su trabajo. Cada día es una lucha constante. No quiere que nos preocupemos por él. Él solo quiere que seamos felices y que nos enfoquemos en nuestros estudios.
A pesar de todo el trabajo duro de mi padre, las cosas siguen siendo difíciles. Los lujos solo se compran cuando hay un bono en efectivo o una declaración de impuestos. Sin embargo, nunca veo a mi padre enojado. Él sonríe para que no nos preocupemos. Pero puedo verlo en sus ojos; está cansado y profundamente preocupado de poder pagar los gastos de la casa, las facturas, o lidiar con una emergencia financiera.
Mi padre, como "trabajador esencial", continúa trabajando, arriesgando su vida. Imagínese amar tanto a su familia como para presentarse al trabajo durante estos momentos difíciles y aun así mantener una actitud positiva al regresar a la casa. Él continúa diciéndonos "los quiero mucho". Verlo partir me preocupa. Cuando regresa, estoy lleno de alegría y espero esas palabras. Son una garantía de que todo estará bien mientras tenga a mi familia conmigo.
Durante mi tercer año de secundaria me recomendaron un programa para visitar las universidades élites, pero el programa tuvo un precio muy alto. Sin embargo, estuve emocionado y se lo conté a mi padre, pero no obtuve la respuesta que estaba buscando. Dijo que no, que simplemente no podíamos pagarlo. Para protegerlo, mentí y dije que estaba bien.
Pero más tarde esa noche, mi padre entró a mi cuarto y me habló de nuestra situación financiera. Comenzó a disculparse por ser un mal padre y no poder darme todo lo que merezco. Mi héroe se sentó a mi lado llorando. Le aseguré que no era un mal padre. Que él era el hombre más trabajador que conozco. Que lo amo y respeto profundamente. No importaba que éramos pobres o que no pudiera hacer el viaje. Nada importaba mientras nos tuviéramos el uno al otro.
Mis padres hicieron viajes peligrosos para buscar el Sueño Americano. Pagaron a los coyotes (contrabandistas) para poder venir a los Estados Unidos. Recuerdo con profundidad la historia de mi madre. Estaba en el desierto, el calor abrasador en su espalda, la preocupación constante de que la atrapen y la necesidad de seguir adelante a pesar de la desnutrición y la falta de sueño. En un momento la obligaron a meterse en un río para esconderse de la patrulla fronteriza. Ella describió cómo la corriente se la llevaba y tuvo dificultades para respirar.
Simplemente me quedé sentado; escuchando, emocionalmente perturbado. Ella llegó a un punto en el que tuvo que subirse a un vehículo. La pusieron en el maletero con otras seis personas. El calor del desierto y la humedad en el vehículo lo convirtieron en un infierno. Mi madre tuvo problemas respirado. Ni siquiera los animales son tratados de esta manera.
Mi madre, mi héroe amoroso, nos continúa criando con cariño. Sin miedo, va a los bancos de alimentos para proveernos con comida nutritiva, a pesar de los peligros del Coronavirus. No permitimos que su valentía se desperdicie. Conservamos platos, vasos y utensilios para comer para reutilizarlos. Bolsas de plástico las conservamos para usar como bolsas de basura.
Todos los días, cuando sale al mundo, temo por ella. Me preocupa que le pueda pasar algo. Ella me enseña cada día como de fuerte es su amor por mí. Arriesgar su propia vida, realmente ningún amor es mayor que el de una madre.
Ella es realmente una inspiración. No solo por la adversidad que enfrentó al venir a los EE. UU., sino por la adversidad que sigue enfrentando. Mi mamá tiene diabetes. En mi segundo año de secundaria, recibí noticias extremadamente aterradoras: mi madre tenía un tumor en el riñón. Estaba asustado, preocupado y perdido. Como familia, lloramos juntos, oramos juntos, esperábamos juntos que el tumor fuera benigno. El día de su cirugía fue el día más largo de mi vida. Unos días después fue el mejor; ¡el tumor era benigno!
Mi mamá y mi papá sacrificaron todo, cruzando la frontera entre los Estados Unidos y México para proveernos oportunidades que no están disponibles en México. Puede ser que no tenga privilegios en el sentido del dinero, pero tengo el privilegio de tener padres tan amorosos que me apoyan. Privilegiado de tener un amor tan inmenso en mi vida que me ha despertado el deseo de incendiar el mundo. Para triunfar. Para mejorar el mundo. Si bien se dice que los padres metafóricamente mueven montañas para sus hijos, mis padres literalmente movieron países. Cada sacrificio que han hecho ha sido por nosotros y por eso todo lo que hago ... lo hago por ellos.
Esto ha generado en mí una intención enfática de utilizar mi educación para servir a mi comunidad como abogado de inmigración. A pesar de toda la controversia rodeando la inmigración, estoy seguro de que los inmigrantes pueden mejorar la economía y la sociedad. Contribuyen positivamente a la economía y enriquecen la cultura. Planeo dar a los inmigrantes la oportunidad de buscar el Sueño Americano y, en turno, mejorar los Estados Unidos.
Mis padres ahora son ciudadanos estadounidenses naturalizados, y ellos son mis héroes. Quieren perseguir el Sueño Americano sin un muro construido sobre el odio y los prejuicios. El sistema de inmigración de los Estados Unidos está roto y ha separado a muchas familias, forzándolas a vivir en la oscuridad y el miedo. Ningún niño debe vivir sin sus padres. Espero abrir los corazones de las personas para que puedan ver el amor y la comprensión que humanizaran a los inmigrantes. Para que se pueda mirar más allá de la forma en que los medios de comunicación nos retratan y las acusaciones deshumanizantes que han hecho algunos políticos.
Pues después de todo, los inmigrantes son personas ... como yo y mi familia.
Mi perseverancia y éxito frente a la adversidad, estar en el 5% superior de mi clase, asumir puestos de liderazgo en deportes y actividades extracurriculares, mi servicio voluntario con un grupo juvenil local y mi puesto de interno en Latham & Watkins LLP son demostradores de que yo he vivido una vida de propósito. Puede ser que mis padres no hayan podido darme mucho materialmente, pero se han sacrificado de todas las formas posibles para brindarme una educación. Debo continuar, para que algún día pueda sacrificarme por ellos.